Mañana del 2 de Mayo de 1808:
Regueros de sangre tintan las
calles de Madrid mientras el ruido de los mosquetes y los caballos franceses
retumban a lo largo y ancho de toda la ciudad. Mucho se ha escrito sobre los
héroes y villanos de ese día, personajes como Daoiz, Velarde o el infame y
chulesco general Murat, que inundan los libros de Historia. Pero aquel derroche
de heroísmo y valentía no fue solo cosa de hombres. Entre las multitudes que se
echaron a la calle para luchar contra el invasor francés se encontraban miles
de mujeres. Esta historia se centra en dos de ellas, Manuela Malasaña y Clara
del Rey, pero es también un homenaje a todas las mujeres que se jugaron la
vida, perdiéndola muchas de ellas, durante aquel día.
Manuela Malasaña tenía 17 años el día en que perdió la vida. Hija de un panadero francés (curiosidades de la
Historia) apellidado Malesange, su nombre se había españolizado hasta
convertirse en Malasaña. De profesión bordadora, era una persona jovial y
alegre.
La mañana en la que estalló la
revuelta en Madrid, Manuela se encontraba en su puesto de trabajo, un taller en
el que vivía situado en la calle de San Andrés. Junto a otros muchos ciudadanos
salió a la calle dispuesta a enfrentarse a los soldados franceses con una
mezcla de valentía, rabia y una completa falta de sentido común, que llevaban a
los madrileños a atacar a los batallones de soldados a pecho descubierto. Los
soldados franceses recuerdan ese día como uno de las peores y más sangrientos
combates que vivieron, donde cada ventana escondía un tirador, cada puerta una
navaja, llovían macetas desde el cielo y toda una ciudad era su enemiga.
Malasaña y su hija batiéndose contra los franceses, por Eugenio Álvarez Dumont
Manuela, al igual que otros
muchos madrileños se reunió en el parque de artillería de Monteleón. Situado en
la actual Plaza del 2 de Mayo, el parque se había convertido en el principal
refugio de los rebeldes madrileños, comandados por dos jóvenes capitanes de artillería,
el sevillano Luis Daoiz de 26 años, y el cántabro Pedro Velarde de 29. Pobremente
armados y sin entrenamiento alguno, la joven bordadora, junto al resto de los
madrileños, lucharon denodadamente durante un día entero contra el mejor
ejército de la época, resistiendo sus ataques y causándoles graves bajas.
Manuela, al igual que otras mujeres como Clara del Rey, se movían entre el
fuego enemigo cargando las armas, llevando agua a los voluntarios y aprovisionándolos
de municiones. Sin embargo la resistencia de los madrileños no vino acompañada
de un alzamiento por parte del gobierno y a última hora de la tarde el parque de
artillería de Monteleón fue tomado por los franceses. Daoiz y Velarde murieron
en la última embestida francesa junto a otros muchos madrileños. El resto,
entre ellos Manuela Malasaña, fueron tomados prisioneros. Al ser hecha
prisionera trató de zafarse de sus captores, mostrando unas tijeras de sastre
que guardaba en sus ropas, herramienta propia de su profesión. Los franceses la
ejecutaron de inmediato al considerar que se encontraba armada. Esta muerte
trágica, unida a su juventud y alegría generó su leyenda como heroína
madrileña.
Clara del Rey, al igual que la
joven Manuela, se había unido a los defensores del parque de Monteleón junto a
su marido y tres de sus hijos. Natural de Valladolid, se sabe muy poco de su
vida, salvo su desdichado final. Aquél día defendió el parque con uñas y
dientes (literalmente) contra el ejército francés, animando a los madrileños en
el parque y sirviendo en una de las dotaciones de una pieza de artillería. Clara encontraría su muerte a lo largo del
día, cuando una pieza de metralla de un cañón francés la impactó en la frente,
matándola en el acto. Junto a ella murieron su marido y uno de sus hijos, dejando
según el Archivo histórico Municipal de Madrid "dos hijos solteros".
La Defensa del Parque de Artillería de Monteleón, obra de Joaquín Sorolla
En la actualidad ambas heroínas
cuentan con numerosos monumentos en recuerdo de su valentía. Madrid dedicó a la
memoria de Manuela Malasaña uno de sus barrios más conocidos: el barrio de
Malasaña, y Clara del Rey cuenta con una calle en el centro de la ciudad. Muestras
de afecto a dos de las mujeres que lucharon aquel día por su libertad, pero
que, en mi opinión son un monumento a todas las mujeres que salieron aquel día
a las calles de Madrid, heroínas anónimas que lucharon junto a los hombres,
codo con codo, por su libertad y la de todos los españoles.
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